En estos días llenos de noticias de gran calado informativo, tanto político como social, nos encontramos ante una avalancha de datos que son difíciles de confirmar. No creer todo aquello que se lee, ni dar por válido todo aquello que te cuentan, es la máxima del periodismo. Sin embargo, la inmediatez es la peor enemiga de la verdad. ¿Es posible un periodismo alternativo?
Pensar en periodismo alternativo, en un tipo de oficio alejado de los cauces habituales de información, con relevancia y peso social, ¿es una utopía? Los medios, cada vez más pendientes del éxito que de la ética, han entrado en un círculo del que es difícil de salir y en el que todos, diría que sin excepción aunque es muy osado, giran y giran sin la capacidad ni las ganas de bajarse.
En medio de la vorágine, del día a día, de los teletipos, las ruedas de prensa, las llamadas a un mismo destinatario (gabinetes de prensa), la locura instalada en el mundo… resulta complicado encontrar un hueco para pararse a reflexionar: qué estás aportando como periodista a la sociedad.

Periodismo en serie
Mantengo la firme convicción de que merece la pena ser periodista por varios motivos, pero al mismo tiempo considero que muchos de los redactores que se ven envueltos en la sociedad de la información como actores destacados, querrían dar más de lo que dan. ¿Es posible parar un momento o siempre habrá quien te adelante por la derecha sin avisar? Es difícil de decir, pero es cierto que la pérdida de capacidad crítica y analítica es un lastre para esta profesión.
Si echas un vistazo rápido a las principales cabeceras, todas comparten las mismas noticias (contadas desde el punto de vista de su línea editorial) destacando más unas informaciones, en numerosas ocasiones, por el simple hecho de tener una imagen impactante. Atrapar al lector de un vistazo se ha convertido en la prioridad número 1 de todos los medios online, es decir, de todos los medios. Y tener lo mismo que tienen tus competidores, en el mejor de los casos, dándole una vuelta, es absolutamente imprescindible.
Por este motivo, conseguir que exista un periodismo alternativo con verdadera fuerza es algo complejo. Sé perfectamente que hay pequeños blogs o medios modestos alejados de los circuitos comerciales, que en muchas ocasiones luchan por sacar a la luz la verdad. Sin embargo, no es menos cierto que la escasa trascendencia pública de sus noticias juega en su contra. Y es que no es solo importante decir la verdad, sino que te escuchen.

Las fuentes de información son el poder
Desde que empecé a estudiar periodismo me lo advirtieron: crear una buena red de fuentes de información es imprescindible para destacar y hacerte un hueco en esta profesión. Sin embargo, si leemos un diario online o vemos un informativo, hay un escaso porcentaje de noticias que llega a través de la preciada agenda de un periodista. Hay, más bien, un gran volumen de noticias prefabricadas tal y como los departamentos de comunicación de partidos, instituciones, empresas, clubes… han decidido que te lleguen. Es como si viviéramos en una gran escaleta que deciden otros.
Desde la llegada a nuestras vidas de la tecnología, todo está mucho más a mano, pero en mi opinión, también es mucho más cuestionable. Cualquiera puede convertirse en bloguero y verter en la red todo tipo de informaciones sin contrastar. El peligro de que esto se propague y se transmita como algo fiable, objetivo y veraz, es mucho mayor de lo que creemos. Tan solo es necesario que un medio (con presencia) se haga eco o que las redes sociales inicien su maquinaria, y la mecha estará encendida.

¿Hay alternativa?
No quiero pecar de ingenua, muchos me dicen que lo soy confiando todavía en esta profesión. Sin embargo, quiero creer que aún tenemos posibilidades. Que la actitud de los medios ante la tragedia puede cambiar, que las fórmulas de relacionarse del periodismo y la política pueden ser otras, que el fútbol y el periodismo pueden vivir una época menos crispada… hay alternativas. Quizás no sean las ideales. Ni mucho menos serán perfectas. Lo bueno es que hay mucho margen de maniobra. Lo malo es que encontremos a alguien dispuesto a dar el primer paso.
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